Renaisment

miércoles, 20 de junio de 2012

Alma de niño, anciano y maestro

Los discípulos de Confucio, valerosos y superdotados, obedecían en todo a su maestro, no por la fuerza, sino por la virtud. Uno de ellos, Mencio, comentó la diferencia existente entre someter a una persona por fuerza o hacerlo por virtud, ofreciendo como ejemplo los setenta discípulos del maestro. Según Mencio, el poder de conmover y persuadir de Confucio era tan grande como la lluvia esperada y oportuna que mojaba la Naturaleza y las cosas. Y añadía que una vez se conocía la personalidad de Confucio, uno se quedaba conmovido de forma inconsciente, y se comportaría igual que él en virtud y sabiduría.
"Un alto dignatario del reino preguntó en cierta ocasión a Tse Kung, discípulo de Confucio: ¿Vuestro maestro es un santo? ¿Es también un sabio? Tse Kung le contestó: Ciertamente, ha sido dotado por el Cielo de todas aquellas virtudes que se refieren a la santidad, y posee al mismo tiempo una esclarecida inteligencia. Al oír Kung Tsé -Confucio- este comentario exclamó: Este dignatario no me conoce. Cuando yo era pequeño sufrí muchas dificultades y privaciones, por ello me vi obligado a realizar las más variadas actividades, en las que conseguí cierta habilidad. El hombre superior no es preciso que se encuentre dotado de una destacada inteligencia, ciertamente ello no es preciso..."

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