Renaisment

viernes, 30 de abril de 2010

Las secuelas de los vientos divinos

Pesadumbre y desesperación se huele en el ambiente, el que se queja precisamente no dice todo lo que quiere decir.

Porque darme protagonismo propio, porque exigir cosas cuando no estoy dispuesto a comprometer mi ser y mi acción en ningún lado.

Con que facilidad hacemos supuestos, cuando no tenemos nada de certeza sobre las fuerzas que actúan en la vida.

Estoy sumamente triste, desolado y con la esperanza casi perdida, mi fuente se derrumba en mi espalda, la cual siento cada vez mas curva, soy un parasito preso de sus sueños y de sus fantasías, que extrañamente por ciclos se cumplen.

Hoy no pido para mí, pido para ya no ser una carga en esta vida, hasta que goce de racionalidad comunitaria, lucidez comprensiva y amor abundante por entregar.

Mi dualidad cobra intensidad, mi odio hacia el mundo es casi equiparable con la compasión que le tengo y me tengo a mi mismo, ese amor tan fundado en la lastima a la miseria.

Deseo solo lo justo, lo justo a tus ojos, lo justo a tus acomodos. Antaño admiraba la belleza en todos lados, menos en lo humano, destructivo, devorador de mundos, ahora resulta que me etiquetan como humanista, cuando solo al darle buena cara y no gastar energía con nadie me evito problemas, y se percibe como al hombre más virtuoso.

Qué fácil es ganarse a la gente, pero qué difícil es percibir la confianza de las energías planetarias, como sea que las describamos, llamemos o conceptualicemos, esa siempre empujara para evitar tu muerte, para defenderse de lo engendrado por el espíritu humano.

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