El sortilegio ha terminado; su isla se ha encargado de romperlo por sí misma, despojando, además, a Bonaparte del ensueño sentimental y literario que lleno su primera juventud.
No cree ya en la bondad de la naturaleza humana. Tal vez no necesitaba de esta prueba para endurecerse; pero lo cierto qué se ha endurecido de veras. Hasta su estilo ha cambiado, ha adquirido nervio. Bonaporte ha rebasado la edad del sentimiento, ha dejado de ser muchacho.
miércoles, 17 de octubre de 2012
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